viernes, 12 de julio de 2013

Comprueban asociación entre consumo de refresco, obesidad y diabetes

Artículo publicado por Cencos en INSP

       Estudios científicos comprueban la asociación del consumo de refresco con obesidad, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico. La industria refresquera, encabezada por Coca-Cola, lo niega. Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública observa que en un periodo de solamente 7 años (1999-2006) el incremento en el consumo de refresco y bebidas azucaradas entre los adolescentes aumentó más de un 100%, mientras que el consumo entre mujeres se incremento hasta en un 300%."
 
Estudios científicos comprueban la asociación del consumo de refresco con obesidad, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico
 
  • Estudios científicos comprueban la asociación del consumo de refresco con obesidad, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico. La industria refresquera, encabezada por Coca-Cola, lo niega.
 
  • Refresqueros se rehúsan a admitir la evidencia científica que vincula el consumo de refrescos y bebidas azucaradas con la obesidad, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico.

Ante las recomendaciones al gobierno mexicano del Relator de Naciones Unidas por el Derecho a la Alimentación, Oliver de Shuter, que se sumaron a las del Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, José Ángel Gurria, de desarrollar políticas para combatir la obesidad, entre ellas, disminuir el alto consumo de refrescos, las empresas refresqueras del país niegan que el consumo de estas bebidas haya aumentado en los últimos 20 años y que su consumo tenga una relación directa con la epidemia de sobrepeso y obesidad.


 "La Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC) y la empresa Coca Cola, en particular, están engañando a la población mexicana y están negando los daños que el consumo recurrente de sus bebidas genera a la salud. Están incurriendo en la misma situación que llevó a las tabacaleras a enfrentar demandas multimillonarias por parte de los consumidores al haber ocultado y negado la evidencia científica que demostraba los daños a la salud que generaba el consumo de sus productos. Y estamos hablando de México, el país con el mayor consumo de refrescos en el mundo y con uno de los mayores índices de sobrepeso y obesidad", señaló Alejandro Calvillo, director de El poder del Consumidor.
 
 
México ha presentado uno de los mayores incrementos en la prevalencia de sobrepeso y obesidad y diabetes tipo 2 en el mundo en la pasada década. El incremento de obesidad ha sido el más alto registrado a escala mundial vinculado al mayor aumento de mortalidad por diabetes tipo 2 (1). Ningún cambio en hábitos de vida y de alimentación ha sido tan determinante como el aumento en el consumo de bebidas con alto contenido energético. México ha rebasado ya a los Estados Unidos en el consumo por personal de refrescos al año, con 163 contra 118 litros (2).

 En contraposición a las aseveraciones de la ANPRAC de que el consumo de refrescos no ha aumentado significativamente en los últimos 20 años, un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública observa que en un periodo de solamente 7 años (1999-2006) el incremento en el consumo de refresco y bebidas azucaradas entre los adolescentes aumentó más de un 100%, mientras que el consumo entre mujeres se incremento hasta en un 300% (1).

 
Por su parte, Coca-Cola ha enviado un comunicado a los medios que señala que "ningún alimento o bebida en particular es responsable del sobrepeso u obesidad" y presenta un metaanálisis (3) que fue patrocinado por la misma empresa, es decir, un estudio elaborado con "conflicto de intereses".
 
"Una inmensa cantidad de estudios científicos elaborados en los más prestigiados centros de investigación de todo el mundo han demostrado el vínculo del consumo regular de refrescos con el sobrepeso, la obesidad, la diabetes y el síndrome metabólico", señaló Xaviera Cabada, coordinadora de Salud Alimentaria de EPC, presentando parte de estos estudios:
 
El Dr. Lustig de la Universidad de California, egresado del MIT, ha documentado el impacto del consumo de bebidas azucaradas en el desarrollo del síndrome metabólico el cual incluye hipertensión, hipertrigliceridemia, hiperlicemia, hígado graso y/o resistencia a la insulina (4). En un estudio realizado por el Dr. Schulze y cols. se analizaron datos de 91, 249 mujeres, durante un periodo de 8 años. Los autores concluyen que entre mayor sea el consumo de refrescos y bebidas azucaradas, mayor es el aumento de peso y mayor es el aumento de riesgo a presentar diabetes tipo 2 (5).
 
El Centro de Investigación de la Obesidad Infantil de la Penn State University siguió el desarrollo de 170 niñas desde los 5 hasta los 15 años, registrando su consumo de leche, jugos de fruta y refrescos. Encontró que a medida que crecían, en promedio, bajaba el consumo de leche y jugos de fruta y aumentaba el de refresco. Las conclusiones del estudio fueron, en esencia, dos: 1) las niñas que bebían refresco a los 5 años tuvieron mayor incremento de peso a lo largo de los diez años que duró el estudio, y 2) el aumento de peso estaba directamente relacionado con las cantidades de veces que bebían refresco al día (6).
 
Investigadores de las escuelas de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Harvard y del Instituto Alemán de Nutrición Humana revisaron la evidencia científica desde 1966 hasta 2005 acerca de la asociación entre ingesta de bebidas azucaradas y ganancia de peso en la población. La conclusión fue: entre mayor es la ingesta de bebidas azucaradas mayor es la asociación con el incremento de peso y obesidad y que existe suficiente evidencia para que se desaliente el consumo de bebidas azucaradas como parte de las estrategias de salud pública (7).
 
La evidencia demuestra que las enfermedades asociadas a la epidemia de obesidad se están presentando en edades más tempranas, lo que pone en peligro la viabilidad del país. La industria de bebidas y alimentos continúa utilizando estrategias para desinformar a la población y para evitar cualquier campaña efectiva de orientación alimentaria y de regulaciones para disminuir el consumo de estos productos , incurriendo en actos de profunda irresponsabilidad que deben tener consecuencias legales.
 
EPC presentó una serie de campañas públicas realizadas en diversos países, estados y ciudadies, para desalentar el consumo de refrescos, peguntando ¿y por qué en México, donde somos los mayores consumidores de refrescos en el mundo, no existen estas campañas que han demostrado ser efectivas?
 

Referencias

1. Energy Intake from Beverages Is Increasing among Mexican Adolescents and Adults Simon Barquera, Lucia Hernandez-Barrera, Maria Lizbeth Tolentino, Juan Espinosa, Shu Wen Ng, Juan A. Rivera, and Barry M. Popkin J. Nutr. 138: 2454–2461, 2008

2. Datamonitor 2009, Euromonitor 2009, Andreyeva et al 2011. Datos elaborados por el Dr. Kelly Brownell, Universidad de Yale. Rudd Center for Policy and Obesity

3. Nutritively sweetened beverage consumption and body weight: a systematic review and meta-analysis of randomized experiments. R. D. Mattes, J. M. Shikany, K. A. Kaiser and D. B. Allison. Obesity Reviews, 2010

4. Fructose: Metabolic, Hedonic, and Societal Parallels with Ethanol. Lustig R. J Am Diet Assoc. 2010;110:1307-1321

5. Sugar-Sweetened Beverages, weight gain, and incidence of type 2 diabetes in young middle-aged women. Schulze MB, Manson J, Ludwig DS, Colditz GA, Stampfer MJ, Willett WC y Hu FB. JAMA 2004;292:927-934

6. Beverage intake of girls at age 5 y predicts adiposity and weight status in childhood and adolescence. Laura M Fiorito, Michele Marini, Lori A Francis, Helen Smiciklas-Wright, and Leann L Birch. Am J Clin Nutr 2009;90:935–42.

7. Intake of sugar-sweetened beverages and weight gain: a systematic review. Vasanti S Malik, Matthias B Schulze, and Frank B Hu. Am J Clin Nutr 2006;84:274–88 Otros estudios recomendados:


 
Artículo disponible en: http://www.insp.mx/noticias/nutricion-y-salud/2293-comprueban-asociacion-entre-consumo-de-refresco-obesidad-y-diabetes.html

viernes, 5 de julio de 2013

Lo barato nos sale muy caro: los subsidios a los energéticos

Si bien es necesario dejar de subsidiar a los energéticos, la manera en la que lo ha hecho el gobierno en los últimos años ha sido entendido como un alza de precios injustificada. El problema es que no se ha comunicado correctamente la necesidad de revertir esta política, aunque los argumentos a favor sobran.
 
Por: Mariana Gómez Sánchez (@gsmmariana) y Liliana Estrada (@lilianaeg145)
 
       En los próximos meses estaremos oyendo con mucha frecuencia sobre las reformas fiscal y energética. Uno de los temas más importantes que deberán incluir es la reasignación de los subsidios energéticos. Sin embargo, en la lógica colectiva esto podría significar un mero aumento de precios por parte del gobierno, si no se explican las razones y consecuencias de dicha política.
 
En Inteligencia Pública hemos realizado un análisis integral de la política de los subsidios energéticos en México en el que se puede identificar el cómo y el por qué de su implementación, así como los montos y las consecuencias de esta política. Antes de entrar en detalle al análisis dedicaremos esta primera entrega a conocer el contexto sobre el que se han asignado estos subsidios.
 
En los últimos 12 años, el consumo nacional de energía en México creció 25.4% – pasó de 6,698.403 petajoules en el 2000 a 8,399.020 en el 2011. Esta tendencia seguirá creciendo dramáticamente pues casi todas las actividades que realizamos utilizan combustibles fósiles directa e indirectamente. México tiene la suerte de contar con los recursos propios suficientes, sustentables y competitivos para lograr el desarrollo económico y energético que requiere. Sin embargo, la ineficiencia del sector energético y la  falta de modernización de los productores de petróleo, electricidad y gas han provocado que gran parte de la energía que se consume en el país se compre, especialmente de Estados Unidos. En el 2011 México importó más del 27% de la energía que consume (2,269.134 petajoules), de los cuales el 49% fueron de gasolinas y diesel, el 30% de gas natural, el 8% de carbón y el 6% de gas licuado de petróleo, principalmente (Sistema de información energética, 2011).
 
La ineficiencia en el sector no sólo resulta en una menor producción nacional, también implica un alto costo para los consumidores ya que, al importar, el precio de los energéticos se somete a la fluctuación del mercado internacional que en la mayoría de los casos tiene un costo mayor al de producirlos en el país.
 
Ante esta situación, el Ejecutivo Federal en las dos últimas administraciones (Vicente Fox y Felipe Calderón), y sobre todo durante la crisis económica en EE.UU. en el 2008, implementó una política denominada “Subsidios a los energéticos”. Esta política se dio bajo la justificación de ayudar al usuario final a reducir el impacto de la alta volatilidad en el precio de referencia internacional, así como de la baja en la producción de gas y petróleo. De esta manera, el gobierno federal intervenía en el mercado a fin de evitar un desequilibrio en los precios, y proteger a la economía del encarecimiento tanto del transporte público, como de las actividades productivas. Es decir, los subsidios a los energéticos surgieron como una política con buenas intenciones que fracasó en su implementación y como consecuencia nos ha salido muy cara a los mexicanos. Pero exactamente, ¿qué es lo que ha fallado?
 
Los subsidios en México no son partidas presupuestales, ni existen como montos específicos asignados. En cambio, se otorgan de dos formas: ya sea como una exención en el cobro de impuestos o al ofrecer productos más baratos de lo que cuesta producirlos o comprarlos. Ambas formas representan montos que el gobierno deja de ingresar, ya sea en forma de impuestos o como parte del pago de los servicios públicos.
 
La lógica del otorgamiento de subsidios es justificable siempre y cuando funcione como una ayuda económica a los usuarios, sobre todo a los de menores ingresos, ante los cambios bruscos del precio internacional o de los costos de producción. Sin embargo, los subsidios a los energéticos presentan una grave inconsistencia: son recibidos por todo aquél consumidor de energéticos, pues se trata de un subsidio generalizado, y en algunos casos benefician más a aquellos que más consumen.
 
El problema de fondo es que las metodologías con las que se asignan no fueron diseñadas bajo la lógica de apoyar a los que menos tienen. Por ejemplo, el subsidio a la gasolina  -el menos complejo metodológicamente, pero el más grande en términos de beneficiarios y montos, por la enorme cantidad de usuarios y la ampliación del parque vehicular – se obtiene por la diferencia entre el precio de venta de referencia internacional (el mercado de la costa norteamericana del Golfo) y el precio de venta interna de gasolinas.
 
El cálculo del subsidio al gas LP es más complicado pues se obtiene de la diferencia del precio del gas LP en el mercado de propano y butano de MontBelvieu, Texas y el precio de decreto de Venta de Primera Mano de Pemex. Es decir, el subsidio sucede cuando Pemex le vende a los distribuidores de gas LP (empresas privadas) a un precio menor que al que importa (compra) y cotiza el gas LP en el mercado internacional. Este subsidio pasa a los consumidores por el establecimiento de precios máximos de venta al público a través de Decretos determinados por la Secretaría de Energía (SENER) por medio de la Comisión Reguladora de Energía (CRE),  Pemex gas y Petroquímica Básica y la Secretaría de Economía (SE).
 
El cálculo del subsidio a la electricidad es el más complejo pues se obtiene bajo dos procedimientos, uno es a través de costos de producción, ya que la electricidad se produce dentro del país, por lo que no se compara con un precio internacional, sino por el costo de suministro, es decir, por el costo de generación, distribución, transmisión y captación de la energía eléctrica. Entonces, el subsidio a la electricidad se define como la diferencia entre el precio de la electricidad pagada por los consumidores y el costo promedio de suministro.  Y segundo, por las transferencias contables que el gobierno federal reembolsa a la paraestatal – la Comisión Federal de Electricidad (CFE) – en donde  los subsidios son transferidos a sus consumidores al descontarles los impuestos y aprovechamientos que de cualquier manera la CFE tendría que pagar al gobierno (Art. 46 de la Ley del Servicio Público de la Energía Eléctrica).
 
De acuerdo a las metodologías publicadas por las instancias oficiales encargadas del subsidio, podemos decir estos pueden ser de tres tipos:
 
×          Al consumidor: se otorga descontando una parte del precio final que tienen que pagar los consumidores, como es el caso de la gasolina. Sin embargo, este subsidio beneficia más a quien más consume.
×          Al distribuidor: se otorga cuando Pemex vende a un precio más barato de lo que le cuesta, tal es el caso del gas LP, que aunque el apoyo llega a los consumidores de manera focalizada, gran parte del subsidio es absorbido por las empresas privadas encargadas de distribuir.
×          Al productor: se le puede llamar así al subsidio a la electricidad pues quien obtiene el beneficio en un inicio es la CFE a través de la condonación de impuestos.
 
Pocos han sido los resultados positivos de los subsidios a los energéticos y más que beneficiar a la población han contribuido a la generación de otros problemas, por lo que valdría la pena repensar sus metodologías. Se ha encontrado que de su aplicación se desprenden tres efectos secundarios: regresividad social, costos de oportunidad e impacto en el medio ambiente y en la salud de las personas.
 
En el 2011 los hogares con mayores ingresos en México recibieron el 52.3% del subsidio a las gasolinas y el diesel, así como el 46% del subsidio a la electricidad; mientras que solo el 3.6% benefició a las clases más bajas en el caso de gasolina, 17.7%, en lo que respecta a electricidad. Es decir, esta política no solo no beneficia a los más pobres, sino que tiene graves efectos regresivos en la sociedad, pues fortalece las brechas de desigualdad.
 
Además, el ingreso que deja de recibir el gobierno para subsidiar los productos y servicios energéticos podría ser mejor utilizado en acciones que desincentiven o que hagan más eficiente el consumo de energéticos, tales como mejorar el transporte público, invertir en energías renovables, modernizar la infraestructura petrolera, o incluso, invertir en programas sociales que realmente beneficien a los sectores más desfavorecidos.
 
Finalmente, el subsidio a los energéticos nos sale muy caro por las graves consecuencias que provoca en el medio ambiente y en la salud. En 2010 alrededor del 65% de los gases de efecto invernadero en el mundo fueron generados por el sector energético. Las políticas que fomentan el consumo, como la de los subsidios, se convierten en medidas contraproducentes para reducir los impactos de la mala calidad del aire y el medio ambiente.
 
Si bien es necesario dejar de subsidiar a los energéticos, la manera en la que lo ha hecho el gobierno en los últimos años ha sido entendido como un alza de precios injustificada. El problema es, en primer lugar, que no se ha comunicado correctamente la necesidad de revertir esta política (y los argumentos sobran), y en segundo, que los recursos que ha recaudado el estado a partir de la reducción del subsidio – como en el caso de las gasolinas – no se han invertido para hacer más eficiente el uso de los energéticos y mucho menos para beneficiar a los más necesitados. No se puede dejar de mencionar que una nueva política de reasignación de subsidios tiene que venir acompañada de mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, y así reducir el costo político que implicará el ajuste de precios.
 


jueves, 4 de julio de 2013

Impuestos a los refrescos: estrategia para la prevención de obesidad

Por Arantxa Colchero Aragonés*

     La prevalencia de sobrepeso y obesidad ha aumentado significativamente en México. Aunque son múltiples y complejas las causas del incremento generalizado del sobrepeso y la obesidad en el mundo, existe evidencia de que el consumo de bebidas azucaradas como los refrescos, aumenta el riesgo de obesidad, diabetes tipo dos y otras enfermedades crónicas.
 
Representación de refrescos en el mundoAl menos 19 países en el mundo han implementado o propuesto impuestos a bebidas azucaradas como una política pública para reducir su consumo y disminuir la prevalencia de sobrepeso, obesidad y otras enfermedades relacionadas. Un impuesto al refresco se ha recomendado como una medida que puede impactar directamente el consumo de estas bebidas, sobre todo en países con altos niveles de consumo y altas prevalencias de obesidad.
 
Estudios de investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública muestran que un aumento en el precio de los refrescos inducido por un impuesto podría reducir considerablemente su consumo. Un aumento en el precio del refresco del 10% se asocia con una reducción del consumo de 12.9% con estimaciones usando las Encuestas Nacionales de Niveles de Vida e Ingreso de los Hogares (2002 y 2005); y con una reducción del 10.1% con estimaciones usando las Encuestas Nacionales de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH 2006, 2008 y 2010).
 
En términos económicos, estos hallazgos muestran que la elasticidad-precio de la demanda de refrescos es elástica, es decir, la evidencia demuestra que el aumento en el precio de los refrescos reduciría de manera más que proporcional el consumo de esta bebida.

Estimación de refresco en dineroEstimaciones con la ENIGH muestran que si aumentara el precio del refresco, los hogares aumentarían el consumo de agua y leche. No se encontró que con aumento de precios aumentara el consumo de jugos o aguas preparadas con azúcar. Estos análisis también muestran que el impuesto no afectaría de manera diferencial a los más pobres dado que los hogares en los quintiles más bajos de ingreso y los hogares que viven en municipios con altos grados de marginación son los que reducirían más el consumo de refrescos ante aumentos en precios.
 
Un impuesto al refresco tendría también importantes beneficios en salud. Estimaciones preliminares muestran que la reducción en el consumo de refrescos podría reducir en 12% los casos nuevos de diabetes, lo que implicaría un ahorro en costos directos de atención médica entre 4 y 21 mil millones de pesos. De igual forma, la reducción del consumo de refrescos podría reducir al menos en 1% la prevalencia de sobrepeso y obesidad, lo que representaría un ahorro en costos directos de atención de casi 7 mil millones de pesos.
 
La implementación del impuesto al refresco debería ser acompañada y reforzada por otras políticas públicas como el etiquetado y la regulación de la publicidad, así como garantizar la provisión de agua potable particularmente en las zonas más pobres del país.
 
Dra. Arantxa Colchero*La Dra. Arantxa Colchero, economista de la salud, es actualmente investigadora de la Dirección de Economía de la Salud del Centro de Investigación en Evaluación y Encuestas del Instituto Nacional de Salud Pública. Sus intereses en investigación son el uso de técnicas econométricas para estudiar los determinantes del sobrepeso y obesidad en países menos desarrollados, particularmente en mujeres; así como el diseño y evaluación de estrategias novedosas para prevenir y reducir obesidad como políticas fiscales.
 

Regulación de la Publicidad de Alimentos y bebidas no alcohólicas en México: El Código PABI vs. Regulaciones Internacionales

Publicado por el INSP

       En México, el Código de Autorregulación de Publicidad de Alimentos y Bebidas, conocido como el Código PABI, entró en vigor el 1 de enero del 2009 como una medida precautoria de la industria de alimentos para evitar la regulación del Estado en materia de publicidad de alimentos y bebidas no alcohólicas.
 
En un inicio el Código PABI fue firmado por 17 empresas de alimentos y bebidas, actualmente ya son 34, entre las que se incluyen grandes transnacionales como Coca-Cola, Pepsico, Kellog´s, Danone, Nestlé, Jumex, Bimbo, entre otras, y señala como objetivo principal: “Establecer los principios, lineamientos, mecanismos de verificación y de cumplimiento de la publicidad de alimentos y bebidas no alcohólicas dirigida al público infantil, en el marco de la autorregulación del sector privado, como herramienta coadyuvante para el fomento de una alimentación correcta y la práctica habitual de actividad física, contribuyendo a la prevención del sobrepeso y obesidad” y se aplica bajo la supervisión del Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria (CONAR), un organismo autónomo de la iniciativa privada, razón por la cual no puede garantizarse su imparcialidad, debido a que puede existir conflicto de interés.
 
El Código PABI se distancia notablemente de las recomendaciones de los organismos internacionales en materia de publicidad. (véase Cuadro 1).
 
A continuación, presentamos algunos puntos de las diferencias observadas. El Código PABI es permisivo ya que (1) no establece criterios nutricionales para la restricción publicitaria y en consecuencia cualquier producto puede ser publicitado, (2) permite el uso de estrategias particularmente llamativas para los niños (ofertas, promociones, regalos, concursos), (3) es ambiguo en los medios de comunicación que abarca, enfocándose en la televisión.
 
En contraste, las recomendaciones de 2010 de la Organización Mundial de las Salud (OMS) y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) del 2011 destacan el papel medular del Estado en la regulación de la publicidad a través del ministerio de salud, así como la generación de políticas públicas para garantizar la protección del público infantil, que es el más vulnerable.
 
Las recomendaciones de la OPS tienen como objetivo central reducir el impacto de la publicidad de alimentos y bebidas en los niños,  mediante la disminución de exposición y poder, haciendo énfasis que es responsabilidad del Estado regular la publicidad y sugieren designar un órgano que no tenga conflicto de interés —contrario a lo observado con el Código PABI— y que vigile los efectos y la eficacia de la política para la promoción de la publicidad.
 
En general, las recomendaciones internacionales establecen criterios nutricionales y puntos de corte en alimentos y bebidas que son objeto de regulación, enfocándose a la reducción del contenido de grasas, azúcares y sal, recomendando que no se debe usar ningún canal de comunicación para promocionar este tipo de productos. Además, recomienda no usar celebridades, personajes o cualquier tipo de regalos, concursos, premios u ofertas. También, recomiendan abarcar a menores de 16 años, mientras el Código PABI sólo considera a los niños menores de 12 años.
 
Por lo tanto, aunque existan altas tasas de cumplimiento del Código PABI esto no es suficiente, pues los estándares del mismo están muy por debajo de las recomendaciones internacionales y no ofrecen suficiente protección a los niños y adolescentes.
 
A modo de conclusión, retomaremos una declaración de Tim Lobstein, académico y activista británico: “Pedirle a la industria que autorregule sus prácticas de publicidad, es como pedirle a los ladrones que arreglen el seguro de tu puerta. Ellos dirán que estas protegido, pero no lo estás”.

Diferencias entre el código PABI y las recomendaciones internacionales de OMS/OSP
 
Código PABI
OMS/OPS
Edad
Sólo considera a los niños menores de 12 años.
Considera a niños y adolescentes menores de 16 años.
Responsable de definir las prácticas en torno a la publicidad
Se rige por el Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria (CONAR), organismo creado por la misma industria.
Existen conflictos de interés.
Recomiendan que se regule a través del Estado mediante políticas públicas.
La OPS sugiere que el ministerio de salud o instituto conexo tome la iniciativa.
Recomiendan que no existan conflictos de interés.
Criterios nutricionales para la restricción publicitaria
La definición utilizada de “publicidad dirigida a niños” no contempla restricciones para la promoción de alimentos de acuerdo al perfil nutricional.
Se permite promocionar alimentos altos en azúcares, grasa y sodio.
Se sugiere acompañarse de mensajes de promoción de estilos de vida.
Establecen los criterios nutricionales mínimos y puntos de corte de los alimentos y bebidas cuya publicidad será objeto de regulación, específicamente reduciendo el contenido de grasas, azúcares o sal y sugiriendo que no debe usarse ningún canal de comunicación para promocionar este tipo de alimentos a niños.
Uso de personajes públicos, deportivos o médicos
Permite la publicidad de alimentos y bebidas por personajes, autoridades médicas, deportivas y familiares.
Aunque sugiere no usar formatos de persuasión, el uso de este tipo de figuras ya lo es.
Recomienda la restricción de la publicidad de alimentos o bebidas con alto contenido en azúcar, grasa o sal promocionados por celebridades, personajes famosos o autoridades médicas.
Promoción con un atractivo específico para
los niños
Permite la publicidad de ofertas, promociones, concursos, premios dirigidos al público infantil.
Recomienda no autorizar la publicidad enfocada a niños o a sus padres, que anuncie ofertas, promociones, premios y/o concursos en alimentos, dirigidos para el público infantil, con alto contenido en azúcares, grasas y sal.

Artículo disponible en: http://www.insp.mx/epppo/blog/2865-reg-publicidad-alimentos-bebidas-mex-codigo-pabi-vs-reg-intern.html
 

lunes, 1 de julio de 2013

Aumento al precio de la gasolina (disminución del subsidio)

 
       Es un hecho que a nadie le gusta que aumenten los precios de los productos. En el caso de la gasolina, ésta ha venido registrando un aumento en el precio de compra para los mexicanos desde el gobierno de Felipe Calderón donde se iniciaron estos ajustes al precio del combustible, hasta la actualidad. Respecto al tema me gustaría hacer el siguiente comentario.
 
       Cuando se implementaron estas modificaciones al precio del combustible, sí me pareció algo raro y desconcertante esta medida, ya que a primera vista parece que va en perjuicio total de la población, sin embargo, investigando y analizando más detenidamente me di cuenta que tiene sentido ese “aumento” al precio de las gasolinas, me explico:
 
       En primer lugar siempre se ha hablado de un aumento al precio de la gasolina, que bien es cierto que a los mexicanos ya nos cuesta más comprar el combustible, pues ha pasado de 6.74 pesos al inicio del sexenio de Calderón a 11.36 pesos en la actualidad el litro de Magna por ejemplo (la gasolina más consumida). Sin embargo, hay que tener en cuenta que el precio general real de la gasolina se ha mantenido estable, lo que ha variado es el subsidio que el gobierno ha destinado hacia este combustible, el cual desde el gobierno de Calderón a disminuido causando que los mexicanos tengamos que aportar más directamente del bolsillo para comprar gasolina, lo que se traduce a la fórmula menos subsidio para un producto igual a un aumento del costo directo a la persona para a completar el precio real del producto.
 
       La siguiente pregunta que me hice fue ¿Por qué se está reduciendo el subsidio de los combustibles que son de gran consumo y utilidad, afectando directamente al costo de las personas? Fue ahí donde encontré la primera respuesta de peso para mí del porqué de la reducción del subsidio y “aumento” al precio del combustible. La razón fue la siguiente: Un subsidio se debe aplicar a aquel producto que sea indispensable, necesario y que FAVOREZCA SIEMPRE A LAS PERSONAS QUE MENOS TIENEN. En el México actual donde todavía existen millones de personas viviendo en la pobreza extrema con pobreza alimentaria, pobreza de vivienda, con carencia de servicios de salud y de educación etc. hacen falta más acciones destinadas al combate de la misma.  Estas personas con carencias extremas tengan por seguro que no tendrán un automóvil por más antiguo y barato que se lo quieran imaginar, qué va! Tal vez ni una bicicleta tendrán, su única preocupación es como van a sobrevivir el día, qué buenamente podrán comer y pedir porque no se enfermen. Una persona que tiene un automóvil propio independientemente del costo del mismo y que pueda pagar la gasolina, no tiene estas carencias extremas, es verdad, no será millonaria ni se dará los lujos que quisiera pero al menos tiene lo mínimo necesario.  Precisamente de ahí parte la reducción del subsidio a la gasolina, es un subsidio que beneficia a personas que no tienen carencias esenciales y al contrario, se ha demostrado que esta subvención beneficia en gran medida a quienes más poseen, por tanto se opta por reducir el gasto del gobierno en este rubro y destinarlo a otros programas, estrategias y acciones orientadas a ayudar a los más necesitados, al menos así pinta el plan, así debería de ser. Esa fue para mí una razón de peso para aceptar esta medida, que repito no es del total agrado pero la finalidad me parece correcta. Sin embargo, desgraciadamente en nuestro país con los altos índices de corrupción en todos los niveles de gobierno y en las mismas personas como sociedad (mordidas, palancas, influencias etc.) el dinero para estas acciones de apoyo gran parte se pierde en el camino lamentablemente, no llegando en su totalidad a quienes realmente lo necesitan y para quienes estaba destinado.  En esta parte hace falta más transparencia en el manejo de recursos por parte del gobierno, sanciones más severas para los servidores públicos corruptos y más vigilancia y exigencia por parte de la sociedad de esta transparencia.
 
       Posteriormente me encontré con otra razón igual de importante y con mucho peso, la contaminación que generan los combustibles fósiles. Es bien conocido el programa “hoy no circula” en el D.F., precisamente por esta cuestión. Mucho se ha dicho y desde hace tiempo por expertos, científicos y asociaciones basados en investigaciones que es hora de hacer algo por reducir la contaminación del planeta, sobretodo aquella derivada de las emisiones de carbono (quema de basura al aire libre, desechos de industrias y fábricas, uso de automóviles etc.) y de cierta forma frenar el cambio climático y el calentamiento global que ya está haciendo mella en nosotros, deteriorando nuestra calidad de vida. Hace poco la OCDE recomendó a México acabar con el subsidio a la gasolina por ser una medida “ineficiente”. De igual forma El Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) propuso establecer un impuesto "verde" de cinco pesos al litro de gasolinas para mitigar los efectos negativos ocasionados por el uso excesivo de vehículos particulares. Es cierto que los grandes contaminantes son las fábricas e industrias de países desarrollados que se han negado a reducir sus niveles de emisiones, pero si nos quedamos esperando a que ellos hagan algo tal vez nos quedemos nada más esperando, considero que es tiempo que nosotros pongamos nuestro granito de arena en este tema. 
 
       Por las razones anteriormente expuestas creo que está  justificado que ahora nos esté costando más comprar la gasolina, sin embargo, también debemos estar pendientes e informados de que nuestro dinero, el de los impuestos y los subsidios, realmente se le dé un uso adecuado procurando el mejoramiento de nuestra calidad de vida y progreso, además de que los recursos lleguen a las personas más necesitas, así mismo, exigir que se creen mejores oportunidades de desarrollo para la gente puesto que de otra forma no se estaría avanzando.
 
                                                                                       Francisco Cetina

Publicidad de la Coca-Cola “149 calorías”

      
 

       No se dejen enganchar con esta ambigua campaña publicitaria. Es de reconocer que la Coca-Cola tiene excelentes mercadólogos y diseñadores de imagen pública. Esta nueva publicidad responde a las acusaciones que en tiempo reciente se le ha hecho a los refrescos embotellados de ser un factor importante en el desarrollo epidémico del sobrepeso y la obesidad que enfrenta la población de México en la actualidad. Cabe resaltar que estas imputaciones se han hecho con base en diversos estudios de investigación de distintas instituciones académicas y de salud.

Respecto al comercial publicitario, quiero hacer las siguientes observaciones:

• Se refiere a que una lata o botella de 355 ml de Coca-Cola normal (es decir no light o zero) te aporta 149 calorías (150). La mayoría de las personas que consumen Coca-Cola NO toman sólo una latita de refresco al día, generalmente se toman la botella de 600 ml o la de 1 L y hay quienes hasta de la de 2 L en un día.

• En cuanto a las “actividades felices” para gastar esas calorías, el comercial menciona 1) 25 minutos de "que tu perro te saque a pasear", eso se refiere a caminar a paso apurado y no a como habitualmente una persona pasea al perro que para, platica, se sienta etc. 2) 10 minutos de baile… cool 3) 75 segundos (1 minuto 15 segundos) riendo a carcajadas. Si sumamos el tiempo de las actividades nos dan 36 minutos aprox. de actividad física moderada. Ahora bien la recomendación de actividad física mínima al día es de 30 min. todos los días, sólo con esa latita necesitamos 6 minutos más de ejercicio. Aunado a esto hoy en día la gran mayoría de la gente es sedentaria, es decir, NO realiza ni lo mínimo recomendado de ejercicio al día.

        Esta campaña publicitaria trata aparentar que una simple “coquita” de 355 ml no representa muchas calorías (150 Kcal) y riesgo para la salud, a simple vista parece que no, sin embargo debemos fijarnos del entorno socio-cultural actual en dónde estamos. Un dato más, hoy México ocupa uno de los primeros lugares a nivel mundial en el consumo de refrescos embotellados.
 
       Mi intensión no es condenar a la Coca y a los refrescos embotellados en general, simplemente trato de ser analítico y realista en cuanto al tema. Consumirlos de manera MODERADA Y OCASIONAL no conllevaría riesgo para la salud, y es precisamente en este último punto en dónde entra la RESPONSABILIDAD DE CADA PERSONA para decidir que sí y que no consume y en qué cantidad; sin embargo, no estoy de acuerdo en que se trate de aparentar algo que por el contexto que antes mencioné, para aquí, para nosotros como sociedad, sí constituye un riesgo. Por último, si te piensas tomar una latita de Coca piensa que en ese día deberás hacer ejercicio moderado por lo menos media hora más 6 minutos extras para gastar las calorías, si te tomas 2 latitas pues 1 hr y 12 minutos y así multiplica por cuantas te tomes.

 Francisco Cetina
Estudiante de nutrición